9 jun 2015

ALIMENTOS FUNCIONALES... ¿CAPRICHO O NECESIDAD?

Durante el pasado fin de semana he tenido una conversación – discusión -  debate  acerca de la conveniencia de consumir los famosos llamados ALIMENTOS FUNCIONALES. Mi interlocutor era una persona “aficionada”, a falta de una palabra más adecuada, a llenar su carrito de compra con productos que aleguen en su etiquetado frases como “este alimento consumido diariamente previene la formación de la placa de ateroma”, “refuerza tu sistema inmunitario”, “ayuda a mejorar tu tránsito intestinal” o “enriquecido en ácidos grasos omega-3”. Pero lo que me hizo reflexionar fue el hecho de que confiara plenamente en lo que se lee en el envase sin comprobar el etiquetado o cuestionarse siquiera si él era un candidato a consumir tal alimento y que los incluyera en su alimentación porque dice “no tengo tiempo de cocinar como es debido  y a veces tengo que echar mano de alimentos no muy saludables por las prisas”.


Así pues voy a compartir con vosotros mi punto de vista científico sobre este asunto.

Primero quiero que entendáis que es un alimento funcional. La definición calcada sería “aquellos alimentos fortificados desde el punto de vista nutricional para producir un beneficio saludable al que lo toma o mejorar alguna función del organismo. Lo que esto significa es que son alimentos convencionales que se han modificado de tal forma (incluyendo un nuevo ingrediente, aumentando su cantidad o eliminando uno que ya tenía) que produce un efecto beneficioso para la salud de una persona.

Antes de seguir ya podéis daros cuenta de que hago referencia a “una persona” o como he dicho antes “mejora alguna función del cuerpo”. Así pues nos estamos refiriendo  a una modificación concreta para mejorar una alteración concreta del organismo, no hablamos de forma general.

Y en efecto estos alimentos se idearon pensando en grupos de población con alguna característica concreta, ya sea para embarazadas, para ancianos, para mujeres en la menopausia, para niños con problemas de alimentación… Es decir personas que sufren alguna carencia nutricional o alimentaria.

Pero resulta que desde no hace mucho el estilo de vida ha cambiado y ha afectado también a nuestra forma de comer. El ritmo de trabajo, los horarios, las pocas ganas de cocinar, la gran oferta de alimentos distintos, la falta de conocimiento en nutrición… ha hecho que descuidemos nuestra alimentación y ha cambiado también el concepto que tenemos de los alimentos funcionales.

Pues hoy en día echamos mano de ellos para intentar compensar en alguna medida los DESEQUILIBRIOS ALIMENTARIOS que tenemos y calmar de paso nuestra conciencia. Hoy me he tenido que quedar a comer en el trabajo y me he pedido en el bar un bocadillo de queso con bacon y mayonesa. Y como he estado todo el día trabajando no tenía ganas de cocinar al llegar a casa y me he hecho una pizza, además me la he comido entera porque estaba muerta de hambre. Así que de postre me he comido un yogur activia de esos que tienen bifidus porque sino mañana me levantaré como un globo después de todo lo que he comido hoy…

Otro ejemplo. A mi marido no le gusta nada el pescado, prácticamente comemos una vez a la semana pescado y casi siempre es merluza porque es el único pescado que acepta comer. El médico me dijo que debería comer más pescado azul por eso del omega-3 (es que mi marido tiene el colesterol alto y ya hemos tenido algún que otro susto). Así que le compro es leche que tiene omega-3 y se bebe un vaso todos los días.

Las preguntas que surgen ahora son ¿realmente necesitamos alimentos funcionales? ¿Hay alguna consecuencia de usarlos de esa forma? ¿Son un buen recurso para sustituir a una dieta equilibrada y saludable?

El otro día hablábamos de si nos teníamos que fiar de los patrocinios. Este campo está también muy relacionado, no olvidéis que todas esas alegaciones saludables que decía al principio y que se leen en los envases las hacen en realidad la empresa que comercializa ese producto y siempre estará implicado el marketing, más ahora cuando hay tanta demanda por parte de los consumidores y se vende tan bien… pero tranquilos. Por suerte hace algún tiempo se creó la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) que es la que controla que todas esas alegaciones sean ciertas y se ocupa de que cada empresa demuestre de forma científica que el alimento produce el efecto saludable que declara en la etiqueta.

Pero… no podemos estar seguros de que no se escape ninguno. Hasta día de hoy no se han podido demostrar todas las alegaciones de estos alimentos y la EFSA trabaja para retirar de mercado aquellos cuyo efecto sea todavía confuso. Todos los días se rechazan muchas alegaciones (todo esto no me lo invento yo, la información esta accesible para todo el mundo en la página de la organización).

Es más, un alimento que en su día se haya comercializado puede que más adelante, al hacer más pruebas o al descubrirse más cosas, se den cuenta de que no estaba correctamente demostrado su efecto saludable así que hacen a la empresa correspondiente retirar la alegación que se hace de dicho producto. Es lo que pasó con cierto yogur líquido que decía reforzar las defensas y que desde hace un tiempo se ha vuelto a comercializar con esa alegación.

Con esto quiero deciros, ya para acabar, dos cosas.

La primera es que nunca habrá suficientes datos para asegurar que un alimento convencional que se haya modificado con la intención de producir un efecto saludable sea suficientemente seguro para consumirlo de forma indiscriminada. La normativa nos dice que cuando se pone a la venta un producto de estas características debe indicar siempre la frecuencia con que se debe tomar para conseguir ese efecto. Y, repitiendo lo que ya he dicho, son productos que se han ideado para satisfacer las necesidades de ciertos grupos de población con alguna carencia especial, y no para las personas sanas.

En realidad cualquier persona puede tomar productos funcionales si se tienen los conocimientos suficientes para poder hacerlo de forma segura y no permitir que, sin darnos cuenta, estemos consumiendo más vitamina A de la que toca (la vitamina A en cantidades excesivas resulta tóxica). Pero no podemos esperar que todo el mundo sean dietistas-nutricionistas y tengan estos conocimientos.

La segunda es… que a pesar de todo, todos los organismos sanitarios (y yo) siguen insistiendo en que nada, al menos hasta ahora, puede sustituir a una alimentación adecuada y saludable y que la aparición de los alimentos funcionales en el mercado no deben suponer un espaldarazo a todos los esfuerzos que hacemos para intentar inculcar hábitos saludables. Al fin y al cabo, la salud tiene un objetivo a largo plazo y una dieta saludable es lo único que ha demostrado ser efectivo a largo plazo (no podemos -o no deberíamos- tomar tres danacoles al día por el resto de nuestra vida).


Así que mi consejo de esta semana… si creéis o sabéis que tenéis alguna carencia nutricional podría ser beneficioso e incluso yo os lo recomendaría, incluir un alimento funcional que pueda ayudaros a combatir dicha carencia. Pero nunca dejéis de esforzaros por llevar una alimentación saludable. Y ya lo sabéis… los dietistas-nutricionistas estamos para algo!!







Cristina Barroso Pinilla
Dietista-Nutricionista
cv00506

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